domingo, 9 de enero de 2011

Ridicula nostalgia

¿Cómo demonios se puede echar de menos algo que no ha existido nunca? Pues resulta raro, pero lo noto, tengo ganas, siento nostalgia y hasta podría describir cada movimiento, color y olor que desprende. Es una sensación rarísima que recorre cada vello que forma mi columna vertebral hasta desembocar en la nuca donde se encuentra el yacimiento principal.

Lo estoy tocando… tiene una textura muy dura y agrietada, como el pan cuando lleva días olvidado. Es enorme, no acabo de tocarlo en su totalidad, aunque siento que tiene final, no sabría expresarlo de manera exacta. Pero sé que tiene. También noto que poco a poco se va enfriando, ya no quema como hace unos días, ya ni siquiera calienta la punta de mis dedos. Es como un cuerpo inerte, sin vida.

Lo estoy escuchando… tiene una voz preciosa, muy dulce, tierna, suave. Me intenta decir algo, pero es demasiado tarde, lo oigo cada vez más lejos. Lo llamo desesperadamente, pero no vuelve. No recibo contestación. Así que me quedo con las ganas de que ese sonido retumbe por cada pared que forma mi oído, que choque con todas y cada una de ellas, dejando su rastro como los aviones lo hacen en el cielo.

Lo estoy saboreando…sabe bien, sienta bien. El sabor recorre todas mis papilas gustativas haciendo peso en las dulces, aunque a veces noto un poco de presión en las amargas. Noto como baja por mi lengua poniendo a mi campanilla a dar mil vueltas de alegría y felicidad. Está eufórica. Entonces, baja por mi faringe muy lentamente, como haciéndose notar, para dejar ese regusto en cada palabra que envío al aire. Ahora estoy perdiendo esa sensación, ese sentimiento y esa dulzura que lo caracterizaban… Ya no lo noto, la saliva está haciendo de las suyas y no deja que guarde ningún recuerdo. Solo puedo notar la halitosis y un mal gusto exagerado, parecido al que conseguimos al despertarnos después de una noche de borrachera. Ese mal sabor de boca que dejan los sueños cuando despiertas y por fin chocas con la realidad.

Lo estoy oliendo… es muy agradable, podría pasarme horas y horas sin cansarme, cosa que veo difícil porque poco a poco va perdiendo esa olor dulzona y llena de buenos recuerdos que desprende. Respiro poco a poco, para no gastarlo todo de una vez. Pero noto que aunque yo no lo gaste, él se va descomponiendo resultando otro olor que no le es propio. Así que también he perdido el olor, suerte que el olfato es el sentido más sabio y puede volver a resurgir en cualquier momento. Porque en el momento que lo huela, volveré a notar esa sensación tan placentera que me provocaba, volveré a recordar todo aquello que hacíamos y sentíamos, volveré a recordar que te olvidaba.

Lo estoy viendo… se mueve con la agilidad de una gamuza, juega con su alrededor y desafía a la gravedad. Brilla como nunca debido al aura que lo arropa. Lo admiro, por cómo se camufla cual camaleón despliega su arte en la naturaleza. Es enérgico, emana vitalidad, la regala al viento porque le sobra. Pero un momento, una especie de tela tapa mi visibilidad…esta borroso, no consigo seguirlo, y la tela no ayuda. Se ha vuelto opaca y casi no deja pasar ni un rallo de sol, lo he perdido de vista.

Necesito tocarlo, escucharlo, saborearlo, respirarlo y verlo, pero sobretodo sentirlo. Me falta algo. Quiero tocarlo por todos y cada uno de los pliegues que forman su cuerpo hasta deformarlo, quiero escuchar todas y cada una de las palabras que lanza hasta dejarlo mudo, quiero saborearlo de todas las formas posibles hasta dejarlo insípido, quiero respirarlo fuertemente hasta dejarlo seco, quiero verlo a cada momento hasta desgastarlo, pero sobretodo, quiero sentirlo tanto que acabe siendo mío.

Poco a poco me voy desvaneciendo hasta caer sin fuerzas al suelo. Ha llegado a ser una droga para vivir. Lo necesito. Se va formando dentro de mí, un hueco que es imposible de cubrir por más que lo intente. A medida que voy llenando, se va haciendo más y más grande, a una velocidad demasiado elevada para mi intención de rellenar. Porque no consiste en más que un relleno, algo falso, que en realidad no llena, solo engaña a mi cuerpo. Pero mi cuerpo es más listo que yo, él sabe que no es lo que quiere, él sabe que es lo que yo quiero y no está de acuerdo con lo que es lógico y razonable. Él se pasa la razón por el recto. Él actúa de manera impulsiva, no quiere saber de razones, quiere eso y punto.


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