Pisamos con desdén las mierdas que nosotros mismos tiramos al
suelo. Hacemos y queremos rehacer. Pero ya sabéis, que nunca las cosas vuelven
a su estado original. El daño ya está hecho.
Esa suela lleva consigo incrustada nuestra hipocresía, nuestro
poco respeto por lo ajeno y a la vez tan nuestro, nuestra ira al romper cristal
contra el suelo para sentirnos poderosos, nuestros buenos ratos con amigos
comiendo mil y una porquerías,…
Todo eso lo llevamos con nosotros allá donde vamos y eso es
lo que nos recuerda a cada instante en lo que nos hemos convertido y hemos
arrastrado a nuestro paso. Un mundo de mierda que nos persigue, una sociedad
podrida que nos corroe, un entender la vida de manera equivocada.
La suela de nuestros zapatos siempre dice la verdad, una verdad muy dolorosa. Por eso hay que aprender a caminar descalzo...