domingo, 12 de octubre de 2014

Otra historia de amor



Ésta es la historia de dos dioses un tanto peculiares, extraños, pero dioses al fin y al cabo. No eran dioses eternos, de esos que perduran en la memoria siglos y siglos, ni de esos que todo el mundo alaba, ni siquiera de esos que la gente hace locuras en su nombre. La peculiaridad que los diferenciaba del resto era su pacto con la vida, o más bien, con la muerte. A cambio de su inmortalidad les había sido concedida una maravillosa oportunidad. Una historia de amor.
Él, Hércules, era el dios de la fuerza. Sin duda, el más fuerte de todos los tiempos. Le gustaba lucir sombrero en los días más soleados y también, en los más grises. Usaba pantalones de mujer y se abrigaba con chupas de cuero.
Tenía el don de la música, más concretamente el don de los tambores. No concebía la vida sin ella, sin sus notas, sin sus melodías. Cada golpe que daba a su amado instrumento le engrandecía el alma de tal manera, que se hacía difícil convencerla de que permaneciera dentro de sí.
Tenía su propia visión sobre las cosas, y le encantaba el orden que él había creado en su desorden. Tampoco desistía de las fiestas, la bebida y el desenfreno que lograba, cuando su alma conseguía escapar de los barrotes de su cuerpo.
Ella, Afrodita, era la diosa de la lujuria, la sexualidad y el amor. Su nombre significaba “la que viene al anochecer”, y dignamente gozaba de esa definición. Le encantaba cuando el sol empezaba a bostezar, cansado de brillar durante toda la jornada, y la luna ansiosa apretaba por salir creando pleitos con él, exponiendo que era su turno. También, la música tenía efecto en ella; conseguía hacerle brillar los ojos y erizarle la piel de tal manera, que sentía que los pies se elevaban a medida que sus oídos se abrían.
Tenía el don del desorden. Ella, también creía en la teoría de que el desorden era parte del orden, y así lo mostraba en la práctica, al mezclar palabras por hablar más rápido de lo que su lengua podía soportar.
El despiste también formaba parte de su día a día. Olvidaba cosas aquí y allá. Tanto era, que a veces no entendía como podía llegar vestida a los sitios con la cantidad de ropa que había esparcido en los diferentes lugares que frecuentaba. Aunque a decir verdad, tampoco entendía la suerte que le había sido concedida al encontrar más cosas de las que perdía.
Cada uno tenía su vida. Hércules, tres hermanos. Afrodita, dos. Vivian en el mismo pueblo, cerca de la sierra y de una maravillosa montaña del mundo de los mortales. Era un pueblo pequeño, así que no era casualidad que se conocieran, como tampoco era extraño que nunca se hubieran fijado entre ellos más allá de lo que la vista les alcanzaba.
Pero como en todas las historias de amor, ese día tenía que llegar. Y llegó, por fin. Sus caminos se cruzaron gracias a la casualidad. Aprovechando la invitación a un banquete, por el enlace de dos amigos que tenían en común. Como era normal, disfrutaron de la celebración, del júbilo y de la alegría que causan estos encuentros. Pero no fue así que culminó su historia, porque el uno no reparó en el otro.
Fueron muchas las veces que coincidieron, pero cada uno seguía el curso de la vida que se les había presentado, sin esperar nada más. Eran vidas paralelas con pequeñas diferencias que necesitaban encontrarse.
Afrodita empezó sumergiéndose en el bello mundo de las artes y la educación. Para una diosa era algo vital, si quería seguir disfrutando de la mágica mortalidad que le habían otorgado. Fueron épocas complicadas, que la obligaron a un sinfín de cambios, aunque es cierto que también vivió momentos felices.
Hércules en cambio, creó una vida. Lo mejor que podía crear un mortal. Así nació Heraclidas, un semidiós que llevó a Hércules a desvivirse por esa creación, su creación. Esto trajo también muchos cambios a su vida. Tanto buenos como no tan buenos, aunque solo con verlo, saltaba una chispa que conseguía esfumar todo aquello que no soportaba.
Durante el transcurso de todo esto, Hércules y Afrodita perdieron la amistad, perdieron eso con que un día pudieron intercambiar saludos, sonrisas y alguna que otra palabra. No fue hasta el IV del X del año MMXII cuando el grupo de música preferido por los dos, se encargó de lanzar un mágico hechizo tanto para sus oídos como para sus corazones, en esa noche que dejó un punto y aparte en sus caminos, un salto con los pies juntos que consiguió hacerlos llegar dónde jamás hubieran creído que podrían estar. Pero no fue todo coser y cantar. Tampoco la historia acaba aquí.
Después de ese día, las sensaciones estaban a flor de piel cuando sus miradas se encontraban, sus más íntimos deseos chocaban contra un muro cuando se disponían a salir, todos esos impulsos quedaban a un lado cuando la realidad, les gritaba en la cara que era algo imposible para aquellos dos corazones con fecha de caducidad.
Aunque sus caminos volvieron a separarse, borrándose aquellas huellas pisadas con tanta fuerza, el uno tenía todos sus pensamientos puestos en el otro, incluso aquel sentimiento no consiguió desvanecerse con el paso del tiempo. No podía ser de otra manera.
Una vez más, la música se atravesó en sus vidas uniéndolos para acabar lo que un día empezó. Se podría decir que la música los salvó del mundo, de lo que tiene que ser, de lo impuesto y lo decidido, de lo escrito y lo olvidado, de los finales sin sentido que cargaban a sus espaldas.
Mezclaron así sus dones y gracias a eso, los reencuentros fueron más seguidos, más emocionantes, más decididos, más sentidos. Fue así como al fin, una noche dónde la luna presidia el cielo, vestida de sus mejores galas, mirando con desdén a toda la humanidad, tuvo lugar el gran acontecimiento musical. Fue así como la música consiguió entrar por los oídos, tocar los corazones y llegar al alma de estos dos dioses, que creían haber entregado su inmortalidad al azar, sin sentir siquiera el amor en sus caducos cuerpos.
Aquí no acaba el cuento, esto sólo es el principio, y aunque los dioses no sean eternos y no puedan perdurar por siempre, sí lo son las historias. Y ésta es una, quizás la mejor que podía ocurrir.
No existen caminos diferentes cuando el único camino posible es el amor.





Te quiero, mi Hércules.
Firmado: Tu Afrodita

sábado, 22 de febrero de 2014

Tú. Yo.



Somos tú y yo, y el tiempo que gastamos. Somos tú y yo, y el aire que consumimos. Somos tú y yo, y las caricias que inventamos. Somos tú y yo, y la lluvia que nos moja. Somos tú y yo, y el cielo que nos cubre. Somos tú y yo, y las estrellas que nos guían. Somos tú y yo, y el viento el que decide lo que somos.



jueves, 28 de noviembre de 2013

¿Nos manifestamos?



¿Se están volviendo locos o seré yo que cuanto más crezco menos entiendo? Puede ser que el dinero les nuble la vista, o les tape los oídos o seguramente no les ayude a pensar en claro, pero… ¿qué cosa es esta de prohibir las manifestaciones? ¿Y tantas quejas por parte de los manifestantes? ¿De verdad alguna vez han sido bien recibidas? Está claro que no. Una manifestación siempre va en contra de “ellos” y su manera de decidir o no sobre todos los demás. Entonces, mi pregunta es ¿cuándo les ha interesado? Dejaros de derechos, de si los merecemos y de si manifestarse debería serlo o no. Los derechos y las obligaciones también son fruto de esas mentes podridas por papeles con marcas de agua, igual que sus normas y sus leyes. Por lo tanto, ¿qué problema hay? Todo sigue igual. Si quieres manifestarte, te manifiestas y ya está. ¿Qué pasa? ¿Que antes las consecuencias de manifestarse no eran tan evidentes como ahora?... ¡dejaros de tonterías! Las había igual solo que no estaban recogidas en algún turbio papel forrado de derechos por y para el pueblo. No seáis tan ciegos, las cosas son las mismas dichas de otra manera. Signos más que evidentes de la putrefacción del sistema y los que lo forman, no perdamos nosotros también la poca lucidez que nos queda. Es una simple broma, un medio chiste, más pan y circo para manteneros entretenidos. Tomároslo como comedia, un monologo de chistes malos, que obvio, se han de abuchear. Algún día no muy lejano, leí que el mundo no acabaría explotando por alguna bomba atómica, ni por una guerra mundial, sino que moriría de risa, de banalidad, haciendo de todo un chiste malo. Pues bien, ese fin cada vez está más cerca. 





                Fuck the system. Fuck the society. Fuck the humans.

martes, 12 de noviembre de 2013

Lo absurdo de lo absurdo: nosotros

Absurda nuestra forma de ver y entender el mundo. Absurda nuestra destrucción. Absurdos nuestros vicios. Absurdas nuestras mentiras y nuestras verdades. Absurdos nuestros deseos y placeres. Absurdos nuestros vicios y “virtudes”. Absurdas nuestras compras. Absurdo nuestro egoísmo. Absurdas nuestras preferencias. Absurda nuestra inteligencia. Absurdo nuestro coche, moto, casa y trabajo. Absurdos nuestros contactos, nuestro perfil y nuestros estados. Absurda nuestra descendencia. Absurda nuestra historia. Absurdos nuestros juicios y prejuicios. Absurdas nuestras normas y reglas. Absurdos nuestros hábitos y costumbres. Absurdas nuestras manías, nuestras reacciones y nuestro estrés. Absurda nuestras formas de comunicación y nuestra forma de desahogarnos. Absurdo nuestro entretenimiento, ocio y tiempo libre. Absurda nuestra educación y nuestros nuevos métodos. Absurdo nuestro sistema, política y votos. Absurdas nuestras creencias y religiones. Absurdas nuestras tradiciones y nuestras fiestas. Absurdo nuestro ecologismo y nuestros intentos de separar basura. Absurda nuestra estética, nuestros productos y cánones de belleza. Absurda nuestra disciplina, nuestro estatus, títulos y menciones. Absurda la corrupción y las amenazas. Absurdas las guerrillas, ejércitos y guerras mundiales. Absurda nuestra ética y nuestros valores. Absurdo nuestro consumo y nuestras nuevas adquisiciones. Absurdas nuestras patologías, caprichos y antojos. Absurdos nuestros impuestos y capitales. Absurdas nuestras palabras, decisiones, promesas y declaraciones. Absurdos nuestros miedos, pecados y oraciones. Absurdas nuestro dinero, tarjeta y cheques. Absurdos nuestros derechos y obligaciones. Absurdos nuestros cargos, títulos, nombres y posiciones. Absurdas nuestras donaciones y obras de caridad. Absurdas nuestras leyes y barreras. Absurdas nuestras fronteras, países, razas, organizaciones mundiales y cimeras. Absurdos los contratos, actas, recibos, facturas y absurda y mil veces absurda nuestra burocracia. Absurdos los reyes, reinas, príncipes y princesas. Absurdos los convencionalismos, los idiomas y las formas. Absurdas nuestras necesidades y comodidades. Absurdas las sectas, grupos y admisiones. Absurdo nuestro trato, tacto y tono. Absurda nuestra vida y absurda nuestra existencia.

Y… ¿por qué no? Absurdo mi discurso porque siempre es lo mismo, y no hay nada más absurdo que escribir sobre lo “absurdo” de las cosas si no hay nada que hacer, es absurdo…


Sé que me reitero, pero con la misma palabra he dicho muchas cosas, y la uso porque hace un tiempo una niña de 5 años me dijo: ¡esto es absurdo! mientras se reía a carcajadas. Sería absurdo no hacerle caso a un niño… he oído que siempre dicen la verdad, aunque ésta sea lo más absurdo del mundo.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Descalzarse



Pisamos con desdén las mierdas que nosotros mismos tiramos al suelo. Hacemos y queremos rehacer. Pero ya sabéis, que nunca las cosas vuelven a su estado original. El daño ya está hecho.
Esa suela lleva consigo incrustada nuestra hipocresía, nuestro poco respeto por lo ajeno y a la vez tan nuestro, nuestra ira al romper cristal contra el suelo para sentirnos poderosos, nuestros buenos ratos con amigos comiendo mil y una porquerías,…
Todo eso lo llevamos con nosotros allá donde vamos y eso es lo que nos recuerda a cada instante en lo que nos hemos convertido y hemos arrastrado a nuestro paso. Un mundo de mierda que nos persigue, una sociedad podrida que nos corroe, un entender la vida de manera equivocada.





La suela de nuestros zapatos siempre dice la verdad, una verdad muy dolorosa. Por eso hay que aprender a caminar descalzo...

martes, 2 de abril de 2013

Bailo, luego existo



Bailar es un cosquilleo en los pies.
Un tintineo en las retinas.
Un paseo por los sentimientos.
Un vaciarse por dentro para volverse a llenar de cosas mejores.
Un punto y aparte de los errores del día.
Una coma que te ayuda a coger aire para seguir el ritmo del texto de la vida.
Un seseo para los oídos.
Un sabor dulce que hace huir lo amargo.
Un pestañeo a una persona especial.
El rosa y el azul de una puesta de sol.
Una charla que te sacude el cuerpo y deja temblando a tu alma.
Es como probar cosas nuevas todo el tiempo.
Es el vaho de los cristales los días de lluvia en los que puedes escribir.
Es el pito de la olla cuando está a punto de explotar porque se están cociendo problemas.
Es el cosquilleo de las mariposas en tu barriga cuando te enamoras.
Es la luz de tu sonrisa cuando la muestras. 
Bailar es dejarse, empapar por la lluvia, zarandear por el viento, tostar por el sol y acariciar por la hierba.

Es la sensación de que NADA te falta porque lo tienes TODO.

...Bailar es ser música con el cuerpo...