domingo, 18 de septiembre de 2011

Se aproximan nubarrones...


Aquí estoy. Así soy ¿Me ves realmente?

Yo, acostumbrada a mantas de algodón, tintineos constantes en mis retinas, los primeros rayos de sol despuntando en el horizonte que me acariciaban las mejillas, la brisa suave del atardecer, las refrescantes gotitas de lluvia resbalando por mi piel,.. .tantas mentiras. Malas costumbres.

Así vivía antes, en un mundo irreal, cerca de las nubes y pendiente del alba, casi podía tocar las nubes con la punta de los dedos y casi podía oler el perfume que desprenden. Un perfume diferente a los otros, dulzón al principio mezclado con buenas sensaciones y una pizca de ganas de vivir. El sol era increíble, me retozaba tan cerca que casi podía quemarme y no me importaba. Por el contrario, cuando debía irse, notaba como todo en mí ardía, ardía en deseos y esperanza de volver a encontrarlo la mañana siguiente, arropándome con toda su magia. Ahí me encontraba.

Cierto día, sin comerlo ni beberlo, el sol que yo tanto veneraba, decidió que debía volver al lugar donde pertenecía. Tenía miedo de que me quemara por su culpa e inventó una excusa para convencerme. No me convenció, pero tampoco me dio elección. Todo seguiría siendo igual, salvo que dejaría de sentirlo tan cerca. Y así, conformarme con el leve cosquilleo de sus rallos filtrados.

Cuando recuerdo todo aquello, se me encoge el corazón. ¿Por qué tuve que volver aquí abajo? ¿Por qué me devolvió? Aquí, la vida es muy diferente. Ahora camino con la cabeza gacha mirando las miles de piedras que se me cruzan en el camino. Al principio, tropezaba con todas, poco a poco he ido aprendiendo a caminar para acabar esquivándolas o incluso saltándolas. Ya no caigo porque he decidido cambiar de camino, uno más llano, sin piedras, sin atajos, simplemente uno para vagabundear. A veces, aún levanto la cabeza parar ver si diviso al sol. Cuando no lo veo, mi camino sigue sin estremecerse, sin cambios, liso. Pero cuando lo veo, el dolor que me causa es tan grande, que por un momento dejo de ver todo a mi alrededor.

El pecho parece que me va a estallar, las cuencas se me llenan de lágrimas; lágrimas con rastro agrio que se llevan consigo capas de piel, dolores internos que me arrebatan las pocas ganas que sobreviven en mi, traqueteos de cabeza y demasiado esfuerzo. Eso hace que me levante con cara de no acordarme de los sueños, que brotaban con tanta fuerza hace unas horas, o tan siquiera con cara de no soñar, de haber dejado esa tarea para más tarde. Ahora sólo me queda sentir como se cuela la tierra entre los dedos de mis pies. Avanzo sin rumbo por los caminos tantas veces recorridos, mientras el sol se esconde, lleno de culpa, por dejarme a merced del azar.

...Está oscureciendo, se aproximan nubarrones, y parece que va a llover. Es tarde para arrepentirse...