martes, 31 de julio de 2012

Amor a la vida


El amor tiene varios afluentes, son siempre tan radicales entre ellos. Cuando existe uno el otro desvanece, cuando el otro aflora se pierde la cuenta de los días.
Dejas de rechazar lo bueno que te brinda la vida, empiezas a sentir i vivir cada día más y más…hasta que por fin, todo lo que habías soñado se vuelve contra ti, te mira fijamente, y te recuerda lo bonito que es vivir.
Sientes que no podrás llegar más alto, que nunca alcanzaras otro momento como ese, pero párate a pensar… todos los momentos son únicos e irrepetibles. Pero tú te empeñas en querer vivir los mismos, una y otra vez los mismos momentos que te han hecho volar a un lugar del que no quieres volver.
He aprendido a caerme, a estar bajo tierra, a no poder respirar sola entre tanta gente, a entregar cuanto a hecho falta sin recibir ni siquiera una sonrisa, a martirizarme por dentro como si me fuera la vida en un simple papel, a tratar de frenar, parar, analizar y sentir que todo va bien, aunque sin lograrlo. He tratado de levantarme, de apoyarme en lo que encontraba a mí alrededor, aunque estuviera desierto. He sabido captar cuando era el momento de regresar, aunque tuviera más pinta de final que de continuará. He conseguido reencontrar esa alma de niña dormida, la que me había abandonado, la que se había cansado de tanta estupidez. He tratado de dar rienda suelta a mis impulsos, de no pensar en las consecuencias, de solo lanzarme sin esperar nada de nadie. He resbalado mil y una veces, por las mismas avenidas hechas de baldosas frías y distantes transeúntes sin cara. He llorado de rabia, de amor, de odio, de impotencia, de pasión, de cansancio, de hábito, de felicidad.
He sonreído a quién no me sonreía, intentando contagiarle. He intentando robar besos que no me pertenecían. He ansiado tanto cariño en este tiempo que hubiera preferido tirarme al mar y fundirme en la espuma de las olas. He paseado, hablado, comido, dormido, sentido, estudiado, buscado, anhelado, querido, odiado, luchado…tan sola… que aún siento que no necesito a nadie.


Ahora he despertado gracias a un sueño. Algo borroso guardado con mucha delicadeza en la parte más bonita de mi memoria; mi corazón. Porque para pagar los pequeños placeres de la vida no hace falta moneda. Sólo aceptar el dolor que causan los sinsabores de la vida y al mismo tiempo, recoger la melancolía de los caminos recorridos. Traspasar las vibraciones al mundo y encargar mil disparates para sobrellevar esto que construimos día a día, la vida.

Me voy a tomar el descaro de confesar el secreto de la vida. El secreto que todo el mundo oculta, que muchos otros buscan hasta que la locura consigue atraparles antes. El único secreto que existe en la vida es el CONOCER, querer conocer realmente, hacer caso a la curiosidad. Quien no disfrute de curiosidad significa que jamás encontrará su gato, que morirá antes que él y que desperdiciara todo aquello que se gana conociendo.