jueves, 28 de noviembre de 2013

¿Nos manifestamos?



¿Se están volviendo locos o seré yo que cuanto más crezco menos entiendo? Puede ser que el dinero les nuble la vista, o les tape los oídos o seguramente no les ayude a pensar en claro, pero… ¿qué cosa es esta de prohibir las manifestaciones? ¿Y tantas quejas por parte de los manifestantes? ¿De verdad alguna vez han sido bien recibidas? Está claro que no. Una manifestación siempre va en contra de “ellos” y su manera de decidir o no sobre todos los demás. Entonces, mi pregunta es ¿cuándo les ha interesado? Dejaros de derechos, de si los merecemos y de si manifestarse debería serlo o no. Los derechos y las obligaciones también son fruto de esas mentes podridas por papeles con marcas de agua, igual que sus normas y sus leyes. Por lo tanto, ¿qué problema hay? Todo sigue igual. Si quieres manifestarte, te manifiestas y ya está. ¿Qué pasa? ¿Que antes las consecuencias de manifestarse no eran tan evidentes como ahora?... ¡dejaros de tonterías! Las había igual solo que no estaban recogidas en algún turbio papel forrado de derechos por y para el pueblo. No seáis tan ciegos, las cosas son las mismas dichas de otra manera. Signos más que evidentes de la putrefacción del sistema y los que lo forman, no perdamos nosotros también la poca lucidez que nos queda. Es una simple broma, un medio chiste, más pan y circo para manteneros entretenidos. Tomároslo como comedia, un monologo de chistes malos, que obvio, se han de abuchear. Algún día no muy lejano, leí que el mundo no acabaría explotando por alguna bomba atómica, ni por una guerra mundial, sino que moriría de risa, de banalidad, haciendo de todo un chiste malo. Pues bien, ese fin cada vez está más cerca. 





                Fuck the system. Fuck the society. Fuck the humans.

martes, 12 de noviembre de 2013

Lo absurdo de lo absurdo: nosotros

Absurda nuestra forma de ver y entender el mundo. Absurda nuestra destrucción. Absurdos nuestros vicios. Absurdas nuestras mentiras y nuestras verdades. Absurdos nuestros deseos y placeres. Absurdos nuestros vicios y “virtudes”. Absurdas nuestras compras. Absurdo nuestro egoísmo. Absurdas nuestras preferencias. Absurda nuestra inteligencia. Absurdo nuestro coche, moto, casa y trabajo. Absurdos nuestros contactos, nuestro perfil y nuestros estados. Absurda nuestra descendencia. Absurda nuestra historia. Absurdos nuestros juicios y prejuicios. Absurdas nuestras normas y reglas. Absurdos nuestros hábitos y costumbres. Absurdas nuestras manías, nuestras reacciones y nuestro estrés. Absurda nuestras formas de comunicación y nuestra forma de desahogarnos. Absurdo nuestro entretenimiento, ocio y tiempo libre. Absurda nuestra educación y nuestros nuevos métodos. Absurdo nuestro sistema, política y votos. Absurdas nuestras creencias y religiones. Absurdas nuestras tradiciones y nuestras fiestas. Absurdo nuestro ecologismo y nuestros intentos de separar basura. Absurda nuestra estética, nuestros productos y cánones de belleza. Absurda nuestra disciplina, nuestro estatus, títulos y menciones. Absurda la corrupción y las amenazas. Absurdas las guerrillas, ejércitos y guerras mundiales. Absurda nuestra ética y nuestros valores. Absurdo nuestro consumo y nuestras nuevas adquisiciones. Absurdas nuestras patologías, caprichos y antojos. Absurdos nuestros impuestos y capitales. Absurdas nuestras palabras, decisiones, promesas y declaraciones. Absurdos nuestros miedos, pecados y oraciones. Absurdas nuestro dinero, tarjeta y cheques. Absurdos nuestros derechos y obligaciones. Absurdos nuestros cargos, títulos, nombres y posiciones. Absurdas nuestras donaciones y obras de caridad. Absurdas nuestras leyes y barreras. Absurdas nuestras fronteras, países, razas, organizaciones mundiales y cimeras. Absurdos los contratos, actas, recibos, facturas y absurda y mil veces absurda nuestra burocracia. Absurdos los reyes, reinas, príncipes y princesas. Absurdos los convencionalismos, los idiomas y las formas. Absurdas nuestras necesidades y comodidades. Absurdas las sectas, grupos y admisiones. Absurdo nuestro trato, tacto y tono. Absurda nuestra vida y absurda nuestra existencia.

Y… ¿por qué no? Absurdo mi discurso porque siempre es lo mismo, y no hay nada más absurdo que escribir sobre lo “absurdo” de las cosas si no hay nada que hacer, es absurdo…


Sé que me reitero, pero con la misma palabra he dicho muchas cosas, y la uso porque hace un tiempo una niña de 5 años me dijo: ¡esto es absurdo! mientras se reía a carcajadas. Sería absurdo no hacerle caso a un niño… he oído que siempre dicen la verdad, aunque ésta sea lo más absurdo del mundo.