lunes, 17 de septiembre de 2012

Llueve sobre mojado

Tan solo levantarme se inundan mis pulmones de un aire espeso, cargado, sucio. Sonidos que me recuerdan a tiempos pasados, que me brotan tristezas de rincones olvidados. Persona sencilla rellena de amor, marcado por el ritmo de este tambor. Anestesia local en cada parte que me duela, insiste destino en cerrarme las barreras. Libera mi ansia, mi desazón, mi cobardía y lléname de virtudes respetando mis manías.
Letras a conciencia que mis puños relevan, resuelvo cada parte de mi anhelo que me lleva. Que llueva, que corran libres los ríos de mis ojos. No ilumina este día gris a mi mente de cerrojos. Trabajan codo a codo tristeza y melancolía. Vuelve a mirar mi cuerpo, vuelve a ser un cuento, vuelve con cada paso la certeza de estar muerto.
Tiñe las palabras, inocentes o macabras. Suelta un despojo al viento, encuentra el rincón dónde perdí mi aliento. Me duele, me brota, me crea infinidad de luces rotas. Oscuro. Vacio. Derrota.
Me honra el tintero, me aplauden las sílabas pero, me dejo llevar, me veo remar a contracorriente, sin mar. Trepo por mis sueños, resbalo y caigo al suelo. Empeño. Sedúceme oscura gente de cielos negros. Atrápame sin mi permiso, hazme un guiño. Secuéstrame, haz caso omiso, llévame a un mundo sin peligro.
Renuncia al techo que protege, la infinidad de horas que mece. Que aquí dentro llueve. Sin corazón quizás me eleve, endeble, caídas de torpezas me rellenen, me envenenen. Tirando del calor que algún día me sostuvo, gritando al señor que pare el mundo, susurro del silencio que derrumbo, me hundo. Me enseñas a vivir, me desquicia perder el sueño, me rehúyes siempre que te hablo de futuros dueños. Locura temprana, salió de mis desprecios, de oídos necios, de soledad que me arropa en este duro mes de hielo.
Y me enfrío, siento que le debo todo esto al que me crió. Que no puedo escapar, pues provoco oscuridad, en mi corazón un leve frio. Cenizas, despojos, encuentro en cada pozo, no consigo salir y aunque aquí llueva no me mojo. Me retumba el pecho, se estremece mi garganta, reclamo tu mirada para que mi corazón lata. Me recoja de los humos, me limpie la sal del cuerpo, saboree el amor de fieltro y sirva de consuelo. Sincera abro el miedo, me relamo del sabor hacia una luna sin Romeos. Sin deseos. Sin cristales que atraviesen lo que mi pequeño amor saboreó.
Escribo en un desierto de almas, que lloran cuando se sienten hartas. Que explotan cuando no sirve de nada, que brotan de las ramas que se queman de las ansias. Que falta amor en este mundo dónde todo se compra, y que piden deseos a cualquier cosa aunque no logran. No consiguen ser felices porque algo los excluye. Ese sistema que los usa y los desecha. Que hoy no tengo ganas de levantar mi cabeza, es la fecha.
Se empañan los cristales, lloran las ventanas, y el frio que me inunda pinta mi sonrisa marchitada. El día se viste de un lila eterno, de entre los rayos de sol que quedan sin veneno. Lagrimas celestiales resbalan sin descanso, mientras mi odio y mi alma se apagan, sin encanto. Echa un canto. Eleva tus mareos, resurge del invierno, deja que caiga tu capa de luto de entretiempo. Vamos a dejar que pase el tiempo del reloj que llevo dentro. Engranajes que me clavan sus agujas a traición. Que la razón es para las mentes fuertes con convicción. Y yo ha hace tiempo que deje ese juego, ese combinado de ojos verdes que acompaña mis pensamientos. Renace de las muecas tristes que enseña tu boca, de los alardes tristes que tu alma llora.


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