Adoro ese pequeño gesto de cerrar
los ojos mientras uno le canta a la vida. En el momento en que los párpados
caen, se apaga el mundo exterior y se enciende tu propio mundo interior.
Comienzan a fluir los demás sentidos, los pensamientos, los sentimientos y todo
lo que acompañan. Para cantar con el corazón se necesita apartar la mirada,
quitar la vista y dejar de ver, para así poder mirar dentro de uno mismo. Cantando
se puede sacar todo lo malo, pero es imprescindible cerrar los ojos para
hacerlo. Cerrar los ojos es el principio para verse a uno mismo por dentro. A
partir de ahí vemos lo que nos duele, lo que nos inquieta, lo que nos preocupa
y podemos cogerlo y echarlo a patadas hacia afuera, en forma de pequeñas gotas
brillantes que nos vacían por dentro y que nos ayudan a resistir con más fuerza
los golpes futuros. Cierra los ojos al exterior y ábrelos en tu interior. Ese
es el mundo real, ahí donde se encuentra tu alma.
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